jueves, 2 de febrero de 2012

La constitución de la cultura peruana



Francisco Nicoli Attimis Filósofo


Existe una marcada diferencia entre los países de alto nivel de desarrollo de Occidente y los países de América Latina, África y muchos de Asia.


Esta diferencia está más allá de las desiguales condiciones de producción y de consumo de la vida material que se dan en dichos continentes. Mientras que los primeros alcanzaron su industrialización y su calificación científico-técnica coincidiendo con la consagración de su fisonomía cultural; la superación del subdesarrollo cultural en el Perú y otros pueblos de América Latina se exhibe como un quehacer cualitativo distinto,como diferente es el contexto de sus propias circunstancias históricas y sociales. Circunstancias desiguales, desproporcionadas e incompatibles entre sí.

Por eso, esas tareas se presentan muy complejas, por no decir herculianas.

Que el Perú no ha plasmado todavía su perfil cultural propio, "¡Qué duda cabe!". Al respecto habría que considerar dos aspectos fundamentales que han sido socorridos durante varias décadas, pero que tienen todavía una vigencia relativa:

las relaciones entre las naciones culturalmente avanzadas y las naciones periféricas dependientes, como es el caso del Perú. Y en segundo lugar la esfera interna de la sociedad peruana, caracterizada todavía por su desarticulación social y su incomunicación cultural entre estratos sociales y vertientes étnicas.

Desarticulación e incomunicación que traducen distancias abismales entre grupos y estratos sociales y que se arrastran a través de los siglos.

Ahora bien, la sociedad peruana carece aún de una cultura con personalidad propia, aunque en las últimas décadas se hayan plasmado algunos avances en esa dirección.

No existe todavía una peruanidad como totalidad cultural originaria, con fermentos creativos. Es decir, como conjunto estructural de productos y valores articulados armoniosamente entre sí y dotados de una fecundidad dinámica y creadora.

Es cierto que puede hablarse ya en el Perú de una música y una danza originales, de un folclor y una artesanía propios. También, de una música y una literatura calificadas, de una comida y un estilo de festividad que nos identifican.

No obstante, todas estas expresiones –aunque respetables– no son suficientes dentro del proceso de estructuración y configuración de una cultura integrada.

Veamos, por ejemplo, los productos culturales más trascendentes en el terreno del conocimiento: no existe todavía una ciencia de factura peruana, ni una ciencia natural ni una ciencia social creativas que hayan trascendido.

Hay aportes valiosos en esa producción, pero tienen solo un carácter individual y no integrado socialmente. Tampoco existe una tecnología científica de hechura nacional, a pesar de algunos logros meritorios. Por eso, tenemos que seguir importando conocimientos, diseños y máquinas de países europeos, de EE UU, de Japón y de China para atender las necesidades del desarrollo.

No es de extrañar por ello que no exista todavía una tecnocracia social, política y administrativa en el Perú.

De igual modo, no existe una cosmovisión entrañable que constituya un cimiento de peruanidad y que abarque las distintas vertientes de la diversidad étnica nacional: las vertientes blanca, indígena, negra, asiática y sus múltiples mezclas que se toleran, pero no se congracian espiritualmente entre sí.

Ciertamente, se han dado algunos avances en la dirección de una futura unificación cosmovisional durante los últimos tiempos, gracias a la multiplicación de las infraestructuras materiales y a los esfuerzos por mejorar las tareas educativas. Todos esperamos que en un futuro próximo se puedan alcanzar resultados más enriquecedores.

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